24.5.12

Dime tú qué es


No sé si es noche o una 
triste
marea baja, la que 
tiñe de brisa 
tenue, 
esta ajada alma 
de versos áridos

No sé si prende 
o arde, 
esta hoguera de cristales 
de colores.
Báñame en gasolina o en 
tequila, 
abrázame con tus brazos 
de cerillas
con tu lengua de mechero, 
con tu corazón de antorcha. 

No sé si es lluvia o
la misma eterna 
tormenta 
de a diario
que revolotea por el techo 
de mi cuarto, 
con su penumbra opaca 
con su luz herida.

2.5.12

Atlas y Asteria

-Los rostros, la duda. Algo cae. No sé qué es, pero algo cae. Lo escucho caer. Y se rompe. Suena a cristal, o a porcelana. No me decido a abrir los ojos, no me decido a escuchar. Suenan las voces, y todas dicen lo mismo. O por lo menos suenan igual. Pero no escucho, sigo hacia delante con los ojos cerrados, no quiero escuchar, no quiero obedecer, no quiero hacer nada. Sólo seguir hacia delante, y caer, si es necesario, caer, como aquello que cae y que no sé qué es. 

-No caigas, escucha. Mírame a los ojos. No supliques, sólo retrocede. El camino es pedregoso, lleno de obstáculos. ¿Qué importa el dolor momentáneo frente al dolor eterno? No lo entiendes, ¡responde!, solo tienes que abrir los ojos. Sé que me oyes. Sé que me oyes…

-La Luna, el mar. Alguien habla, pero no sé qué dice. Tal vez me hable de dar la vuelta, tal vez lo haga sobre ir hacía ese precipicio. Qué sé yo, en realidad no sé nada. No quiero saber nada. Quiero seguir así. Con viento y días soleados, con tiempo cayendo de mi bolsillo, con días largos, con mañanas y tardes, con monotonía hasta en el menú, con aburrimiento y sueños pospuestos para un tiempo más preciso. Con mis manías, con mis debilidades. No quiero escuchar, no quiero hacer caso.

-Escucha, no sigas. ¿No ves qué duele? ¿No ves qué no sirve? El tiempo apremia, te enreda, se te enrosca alrededor del cuello. ¿Acaso no lo notas? Yo lo veo, y me parte el alma. Te destroza, no lo sabes, pero te destroza. Estas a tiempo, escucha. Que el amanecer trae consigo una mala noticia. Y otra buena. Igual que el atardecer. Que el reloj se ríe, y el calendario pasa y pasa revolviendo las sábanas cada semana. ¿No te das cuenta? Reacciona.

-¿Qué hora es?, qué sé yo. No siento el reloj salvo cuando la pérdida de tiempo escuece. Pero parece que hay tanto. Parece que no se acaba. Y yo quiero tiempo, tiempo para no hacer nada. Para mis garabatos y para mis chapurreos de tinta. Tiempo para pensar en el tiempo pasado, y en el que está por transcurrir. Tiempo para vender por nada. Tiempo para ahogarme en sollozos. Tiempo para arrepentirme, tiempo para seguir soñando, esperando un nuevo día. No sé si será mañana, pero espero un nuevo día.

-Piénsalo bien, date cuenta. La marea baja y sube, y llega hasta tus pies. Las palomas mensajeras te gritan al oído, y las espantas de un manotazo. Todo ese musgo no sirve de nada, todas esas primaveras, ese sálvese quién pueda, esa locura. No es nada nuevo. Esa incomunicación, ese continúo dramatismo. Salta Salta. Mañana el Sol sale como nuevo. Mañana la vida pasa como siempre. ¿Y tú qué? Pregunto. Deja ese camino de locos, vuelve al sendero. 

-Las paredes, el techo. Alguien habla de un camino. Esta carretera no lleva a ningún sitio. Es madrugada y el frío acecha, los recuerdos congelan, como tu boca. Tu boca me absorbe, me detiene, me reanima. Pero no está cerca. Está terriblemente lejos. A once mil puñaladas de distancia. ¿Qué camino me queda por recorrer? El dolor ya lo he sentido, el placer también. ¿Existen los atajos? ¿Cuál es la vereda? Esto está lleno de obstáculos que aparecen sin llamarlos y lo cambian todo. Cuántas veces me he arrancado la piel. Cuántas veces me he sacado los ojos. Ya no cuento el daño, sólo los ratos a solas. Y la cuenta es larga. ¿Por dónde ir cuando no hay caminos seguros? ¿por dónde ir cuándo no existen mapas ni guías? No, no escucho, sólo finjo pero sigo recto hasta estallar en fuego. No es tan malo si lo piensas. O mejor no lo pienses, yo no lo hago.