30.8.12

Baja la persiana, apaga las luces, guarda silencio



-¿Qué ves cuándo miras por esa ventana?

-Veo el gran vaso de cristal
dónde
se reúnen la locura
y el arte,
el odio
y la guerra,
el miedo
y la envidia,
el amor y
la venganza.
Veo el hielo que sobrecoge los corazones,
que nos hace temblar,
agarrar
las tazas de café y dar
pequeños sorbos.
Veo el desierto de emociones,
todo árido
y lleno de alacranes.
Desierto de calor mortal
sin vergeles
de esperanza,
la extensión de tierra dónde nos
tenemos que enfrentar solos
a nosotros mismos.
Sin paredes dónde arrinconarnos,
la libertad de elegir cualquier dirección
sin saber cuál es la que te salva.
Veo los paneles de abejas donde
aqueja el bullicio
y todo tipo de contaminación,
dónde la reina se esconde y se acomoda
 y ve la función
del apisonador trabajo que no realiza.
Veo el hormiguero de personas 
ciegas y dirigidas
por un camino marcado del
que no se pueden salir.
El termitero de humanos,
la plaga de langostas
que lo devoran todo a su paso.
Veo un mundo más pequeño que un alfiler
rodeado de lejanas bolas de fuego.
Un espejo en el que el reflejo nos suelta una bofetada,
y
nos cuenta
la verdad.

29.8.12

No sabes tratar a las mujeres


No aciertas
al hablar
entre los senderos oscuros
y la densa humareda.
Revientan los cristales de todas las ventanas
y se dañan las vistas al mar.
Di lo que quieras, dicen,
los que no escuchan.
Abres la puerta para que pasen  
primero
y pasan de largo.
Dejando una sonrisa, que escuece,
volar hasta
Los labios.
Un brillo en la mirada que
quema y que
crepita.
Te mojas tú en la lluvia,
puente levadizo para los charcos
de la acera.
Y después las lágrimas desmantelan
el maquillaje,
sonando un portazo
que produce miedo al eco.
Las risas que acompañan
bordeando sus tacones
dicen
que hay que contenerlas.
Se llevan partes de las almas y
no hay lugar para la risa,
ni para tomarte
la maldición a broma.
La maldición que encoje el cuarto,
que reduce el mundo a escombros.
Cuando se ahuyenta
su presencia,
todo queda en calma, 
contento y sentado
al lado de la escoba
para barrer
los trozos de corazón
que dejan cuando se van sin despedirse.
No supiste entender
sus
mensajes cifrados.
Debiste conocer lo que ocultaban
y dejaron entrever
en pistas falsas y
despistes.
Al final, te vuelves frío
de bailar con la indiferencia
de  acostumbrarte
a
no acertar.

La vida de nuestros reflejos en los charcos de la acera



Hará reír al fuego
y verterá tormentas
de nubes azuladas y furiosas
sobre los adoquines.
Yo mientras anclado
viendo producirse el milagro
de que el tiempo pase
y ella no.
Y ella
                no,
nunca,
                sí,
nunca. 
  
Los cigarrillos no paran de suspirar
y los hielos
en los vasos se ríen
a carcajadas.
Hablo con el puñal
que tengo clavado y
que desprende tu
perfume.
Sonrío al ver
pasar los trenes
y a ti no.
A ti        
                no.
No.
Conservo solo un poco
de aire en los pulmones.
y mi piel
es tierra seca.
Agrietada sin
la lluvia,
                sí,
la lluvia.
Salen raíces de las puntas
de los dedos.
El reflejo de los charcos viene
de otro mundo.
Me siento al lado de los
gatos negros.
Leo las constelaciones
y cada latido suena
al impacto de los meteoritos.
Me siento y veo
pasar la noche
y a ti no,
                nunca,
no,
                nunca.

Las polillas empiezan
a
vomitar hilos
y toneladas de lana.
Los gusanos de seda
sedientos de más.
No hay espacio
en el ascensor que nos
eleva, y sin
ti
el universo es la
oscuridad dentro del cuarto.
Tirito con este intenso frío
esta escarcha
en
la garganta y este
coctel de invierno.
Lo bebo a sorbos
viendo
a los pájaros
pasar
y ti no.
                No.        No.
a ti no.

Y así el lunes
se me graba en la piel
y el viernes me
libera
solo un poco
para poder volver a caer con estrépito
al volver a empezar.
Siento la prisa y el agobio
de los días que no se dejan de repetir.
                            de          repetir.
Traspasas estas líneas,
me atropellas.
Duermo mientras
noto los sueños pasar
y a ti no.
                No.
Nunca.
                A ti no.

27.8.12

Lo que no sintió nadie antes


Lo dejaré todo
tal como lo vi.
A veces prefiero imaginar
tu mirada,
que mirarla de verdad.
A veces prefiero no saber lo que sé
y seguir ignorando
lo que ignoro.
A veces odio tu piel.
A veces, no quiero
que estés.
Las palabras caen
en un pozo sin fondo.
Las frases que enlazo no se desatan,
juntas se pierden.
Los días de lluvia, digo,
que vengan a mí,
y borren tu sonrisa.
Algo queda del veneno que
me inoculó tu aguijón de
diamante.
Algo queda, sí,
y daña y quema.
Paso de la
alegría
a la tristeza
con solo unos instantes para
encajar el golpe.
El golpe de lo que dices
que suena extraño.
Extraño como una avalancha de monedas
oxidadas.
Como una procesión de gente
que se niega a creer.
Como un chaparrón de voces,
un confín de cuerpos,
un alunizaje en los lunares de tu espalda.
Y me beberé a sorbos
la derrota
y la incertidumbre
de no saber qué andas pensando.
Tan solo te alejas y yo lo observo,
aumentando
la distancia hasta que
formas uno
con el atardecer.
Me ato a la sombra que proyectas
y
acabo lleno de arañazos.
Que tienen un aire a bocetos
de historias rotas.

21.8.12

El sonido de las olas


No consigo
escribir nada.
Con tu mirada entre

ceja y ceja
y los barcos de susurros
que están por zarpar.
Toda esa cantidad de bruma
me aterra.
Todas esas palabras

se convierten en
intrincados caminos
llenos de obstáculos.
Las sabanas no me dejan
soñar y este calor
me agarra.
No sé cuál es la respuesta
ni dónde anda la fortuna.
Me sigue golpeando la

fiebre y llega el eco,
se descongela el hielo
y solo despierto a medias.
Golpea la marea en la
costa
y no estás.
Pero algo queda de tu aroma

y eso basta
para que el agua se
quede en calma.

19.8.12

Cuarto de invitados


Nadamos entre el humo
y tu mirada es
una pecera de
                        tiburones.
Regamos con ceniza el suelo
y al observar
los escombros
ya tenemos algo
para recordar.
Traes cuarenta  grados
a la sombra
y yo no quiero
que arranques el invierno.
Se evapora el agua y el techo
se vuelve nuboso.
Como si fuera a caer
el chaparrón de frases
que quedan  por
                          decir.
No sé qué es
lo que me sostiene.
No hay más gravedad
que la melancolía
con la que miras
al infinito.

18.8.12

Ilusión


No puedo
                estar

y no lo entiendes.
Como ropa de más
en agosto.
Algo que se pega
y traspasa
la piel,
congela el fuego,

convierte las rocas en
           polvo,

mi corazón en
                        polvo

mis sueños en
                        polvo.

No puedo
                  estar así 

y no lo entiendes,
giras en círculos y sonríes
mientras brillas.

Tras deslizar tu vestido,
                                      Ilusión
solo hallé ruina.

Y ni siquiera me despierta
el café,
ni los nubarrones se despejan.
Ni dejan de insistir las
goteras de este techo.

No, nada
                     amaina

y tú lo sabes,
tu aliento me recuerda
al mes de enero.
Y tus ojos son
la entrada al laberinto

del que pocas veces salgo
                                          ileso.

Sabes que duele

y aún así no
                      paras,

sigues clavándome las garras.
Bates las alas y te alejas
de mi ventana,
como desaparece
el último rayo
 antes 

de ocultarse el
                          sol.

Te vas dejando tu
                           sonrisa

clavada al corcho.
Y las últimas palabras
revolotean como polillas
alrededor de la lámpara.
Entro en mi crisálida

y cierro los
                   ojos.

Me repito que

no, no puedo
                      estar.

Y no lo entiendes, juegas,
te cansas y
te escabulles.
Escribiendo tu camino
en la acera.
Eres la causa y solución
de todas mis migrañas,
de mi dolor de muelas.

17.8.12

Radiografía nocturna


Veo arder
los barcos de papel
sobre el agua
                        nocturna.
Y entre la lluvia
no encuentro
el camino
que me lleve a
ningún sitio.
Un poco igual
que el vapor que
abandona las alcantarillas
miro arriba
y no hay nada.
Mascullando entre dientes
que a veces
el dolor
se mide en distancia.
Lo mismo que la luna piensa
al mirar
               al sol. 

Salto de adoquín
en adoquín
con la percusión de las gotas
como pequeños proyectiles
y la música que siempre
suena.
Mi cabeza está llena
de algo muy pesado
y los pájaros se escapan
e intento
pensar que todo va
a ir bien,
o en cualquier cosa
que me ayude
a enfocar
                  la vista.
El aliento del dragón
y la
tormenta,
las antenas con luces rojas,
las camionetas que llevan
los periódicos
a los quioscos,
y el silencioso ruido
de lo que está por venir.
Llego al final a casa sin
haberme rendido
pero aun así
                       derrotado.
No sé, no sé,
nunca sé
y solo en contadas ocasiones
creo vislumbrar
todo aquello
que se
desvanece.