Se llenan de jarrones
las cabezas,
porcelana rota, telarañas
para rato, pensamientos
que
caen en las trampas.
Me traiciona la voz,
el temblor producido
por las
placas tectónicas.
Se rompen todas las botellas
se esparcen todos los mensajes, el desierto
llega hasta aquí,
inaudito
hormiguero lleno
de corderos y de lobos.
Nos arrastran por la orilla como
si
fuéramos el final de las olas.
Caballos sin herraduras galopan por los costados
alejando los carruajes
de las comisuras.
Se
prenden las antorchas
que son pupilas,
y
la realidad del beso ácido me devuelve
a la espesa sopa de letras
del desayuno frío y el día nublado.
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