Los
gatos sonreían
y ella también.
Sin
embargo,
el único que
maullaba era
yo.
No había grandes promesas
en las nubes
de
tormenta. Entre la lluvia
de corcheas
y silencio. Y la voz
retornando a la caverna.
Se marchaba volando la fortuna
y
yo sin alas.
El amor suicida de los peces
por subirse a los platos
de las mesas de los banquetes.
Nunca hubo tanta soledad
retenida
como en
una mirada
que no encuentra a ninguna.
No hubo tanta sed,
no hubo tantas punzadas,
como en los
estómagos
de los besos
que hoy escuecen.
Dicen
y
piensan que sonríen,
pero
yo
Sigo maullando.
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