11.9.10

Dimensiones inexactas

Porque no me salen las palabras cada vez que golpeo mis sueños contra tus cuerdas vocales, cada vez que ardo y me consumo, cada vez que pienso y en realidad me alejo, cada vez que navego y sólo naufrago. Trato de desprenderme de esta capa liquida de cansancio, de esta mortal amenaza, de este furioso vendaval que aletea y aleta en busca de llenarlo todo de ceniza. Trato de devorar el tiempo atmosférico, de quitarme la vida en este precipicio de vendas y tiritas. Y cuando estoy a punto de conseguir estallar en tempera y azul eléctrico, vienen a mi encuentro mil pesadillas llenas de plumas purpuras y blancas, trayendo sus rayos y sus truenos, sus rosas negras y sus setas venenosas. Y me engañan sus frutos y me atraen sus misterios, y acabo vencido, cubierto de musgo y serrín, sujeto a la luna por hilo dental y hiedra, y cada noche lo mismo y de madrugada me puede la visión de este mundo de cristal y cartón piedra, de los colmillos de todos estos lobos que no hacen más que amenazar. Y me muevo por el colchón y acabo debajo de la alfombra. Y me distraigo y no puedo hilar ningún pensamiento. Porque si no me subo a tu pelo no me despejo, porque si no bebo de tu rostro este dolor persiste y me destruye. Porque si la vida me embiste me escondo en cualquier sitio y me acurruco, y observo pasar las horas viendo como tu paladar se deshace. Viendo como la noche planea asaltar la nevera de mi locura, como se producen mil escaramuzas entre el odio y el placer.

Porque no sé como escapar de esta prisión de alambre, de este enjambre de caricias, de este oleaje furioso y oscuro que choca contra mis costillas, y harto de flores secas, de tantas barreras, de tantos rincones, busco la hoguera más sedienta de corazones y me lanzo a sus brazos. Y siento como la luna me mira y se ríe para sus adentros, y no me arrepiento de haberme llevado conmigo toda la arena. Y quemo el horizonte si no amanezco cerca de tu portal de secretos y pantanos. Y no me arrepiento de haber arrojado al infierno este puñado de frías sombras, este infinito ejército de vinilos y carteles publicitarios, este espeso sabor a envidia, estas hectáreas de bosque incendiadas por el infortunio. Y no me arrepiento de soñar despierto cada mañana, ni de tejer tus parpados con mis pestañas, ni de romper todos los huesos de este invierno a punto de explotar. Y si me canso de esperar tu luz, me deshago en noche, en tiburones hambrientos y en lagos sedientos, en una derrota atroz, en otro experimento.

Porque no se contar todas las veces que he terminado andando por el techo del cuarto, enterrado en el jardín, atravesado por miradas de rencor, mutilado por esta intensa llovizna que no son más que tus lagrimas. Me fundo con el cielo y con la peor resaca, pico entre horas problemas y puñaladas, armas de fuego y tanques blindados. Y cuando ya mis nervios se rebelan y quiero salir de mi propio cuerpo me doy cuenta que tantos huracanes no han servido para nada, que tantas sandeces no son suficientes, que sigo hambriento de tus dientes de cocodrilo, de tu dinamita. Que siempre tenemos la muerte y el olvido en los talones, que siempre hay tiempo para arrepentirnos, para volvernos locos y discutir con todos los gatos rojos y dragones aguamarina, para devorar tanto silencio que no tengamos más que callarnos, para vomitar tanta angustia, tanta tensión, tanto miedo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario