4.3.10

Delirios y párrafos

Me cubren de ceniza tus miradas asesinas. Me cuesta respirar cada vez que tus garras me dejan sin piel. Me mareo, me intoxico, se me nubla la vista con el perfume que dejas tras de ti al caminar. Emprendo rutas que no llevan a ninguna parte, me divido en dos, me deshago en partes muy pequeñas y me vuelvo a unir. Pero nunca me recompongo del todo. Pasan los años y me sigue dando miedo clavarme astillas. Pasan los días y los pájaros no dejan de emigrar al sur.

Me desconcentro, me pierdo entre paginas de libros y no encuentro los márgenes, me aíslo en penínsulas, me tatuó la mala suerte en la frente. Pienso que solo soy feliz cuando no pienso nada en absoluto. Pienso que pensar solo me lleva a barrancos, a densas arenas movedizas que corren a la velocidad de la luz. Pensar solo me lleva a túneles oscuros, a caer como caen las hojas. Pienso que solo soy feliz cuando tú desapareces o te alejas tanto que ya ni te distingo.

Mi lápiz ya no tiene ganas, mi goma de borrar solo emborrona mis escritos, el sacapuntas, como una flor medio marchita en un jarrón imparcial, solo quiebra las minas. Mi máquina de escribir se atraganta con tantas letras que rebosan grasas saturadas. Un montón de folios dispersos, unos sobre otros, como un variado grupo de almas amontonadas que esperan dormidas a que alguien las despierte. Folios arrugados y casi grises. Folios que no vuelan ni convirtiéndoles en aviones ni navegan transformándoles en barcos.

Fluye la música por el cobre que guardan los cables en su interior como venas por las que pasa la sangre. Los cables de los cascos conectan el reproductor de música con mis oídos. Mis oídos escuchan canciones que se mezclan con las imágenes que captan mis ojos, como si viera una película demasiado real para ser cierta, con demasiada ficción para ser inventada. Las canciones que hablan de tantas cosas, de tantos pensamientos, de tantas palabras que solo riman se diluyen en miradas, en ráfagas de viento, en carteles publicitarios, en la espera de los semáforos, en las parejas que van dadas de la mano por la calle. Y yo sonrío porque de verdad pienso que todo es una película, que en cualquier momento podre coger un mando a distancia y pausar, rebobinar o dejar de ver la película. Pero bueno, en alguna parte de mi cerebro una luz, de esas de emergencia de las que no se apagan cuando se va la luz general, me dice que la vida es la vida y sin banda sonora o con ella sigue siendo vida. Tan real que casi te reflejas en ella, tan real que duele, tan real que casi es alguna clase de materia sin forma definida.

Habla una voz, yo apago la luz. Cierro los ojos aunque ya esté todo oscuro. Estiro los dedos, muevo la lengua dentro de la boca. Me concentro en mi respiración, en los latidos de mi corazón. Suena la misma voz de siempre, con su voz clara, recalcando todos mis fallos, comentándome cada error, cada frase desafortunada, cada acción mal programada. Las lágrimas empiezan a tomar forma o tal vez sea la desaprobación, tornada líquido, que quiere salir como sea de mi cuerpo. Crecen flores en mis párpados, llega el otoño, muere un te quiero. Me despierto y miro hacia los lados. Nada nuevo, lo mismo de siempre. Caigo de bruces contra un nuevo día. Camino con las manos. Intento introducirme en mi amplificador, intento mezclarme con la pared, dejar de ver, nadar en el techo. Y todo es imposible. Es bueno verte de nuevo dice la voz. Yo apago la luz. Cierro los ojos aunque ya esté todo oscuro.

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