23.2.10

Dialogo I

-Hola Pez Globo.

-Hola Princesa. Todavía no ha amanecido ¿por qué despliegas tu cabello entre las últimas horas de la noche? Sigue durmiendo o la Reina se enfadará.

- No puedo dormir Pez Globo, algo sucede en alguna parte, algo chilla, algo se lamenta, algo arde y nosotros estamos aquí, yo durmiendo y tú vigilando mis sueños. Sin importarnos lo que ocurra para afuera de esta habitación. ¿Entiendes qué no pueda dormir?

-Sí, si lo entiendo. Pero esa no es razón para dejar de dormir. Algo sangra, algo se marchita, algo cae y no se levanta pero también en otra parte algo nace, algo sonríe, algo ama, algo es feliz. Y tampoco nos importa su felicidad o su diversión porque tú duermes, Princesa, y yo vigilo tus sueños.

-Tienes razón Pez Globo. Pero aún así necesitan de nuestro cuidado los infelices para que se unan a esa otra parte feliz. De todas formas Pez Globo, no creo que nadie sea verdaderamente feliz. Pienso que a lo mejor nos acercamos momentáneamente a la felicidad, pero es como acercarse al horizonte, siempre sigue estando a la misma distancia de ti, andes lo que andes. Pero claro, a diferencia de caminar, hallar la felicidad es un horizonte alejado por nosotros mismos a posta. Nunca nos conformamos, nunca tenemos suficiente.

-Pero bueno Princesa. Los felices también necesitan apoyo, cuidados y atención, casi tanto como los infelices. Dices que no existe la felicidad, que es inalcanzable ¿ a caso tú no eres feliz aquí, en este palacio donde nada te puede alcanzar, donde la muerte no existe, donde la vejez, la enfermedad o los problemas que existen en el resto del mundo tienen prohibido traspasar las puertas de acero de palacio?

- No sé si seré feliz Pez Globo, puesto que no sé nada acerca del mundo exterior. ¿Cómo voy a ser feliz si no sé aprovechar los momentos buenos, porque carezco de los malos? Me gustaría salir fuera, aunque solo fuera un rato. Una hora, un segundo. Me gustaría conocer a gente nueva, ver el mundo. Colgarme de la luz eléctrica y de las antenas parabólicas. Llamar desde una cabina al infinito, comer en un restaurante el plato estrella. Viajar en primera clase, pedir un taxi, echar de menos a alguien y a algo, sentir amor. Correr de la policía, montar en bicicleta por alguna montaña escarpada. Bucear en los volcanes, no preocuparme por nada.

-Princesa, no tienes por qué preocuparte. Solo tienes que dormir y yo vigilar tus sueños. Créeme el mundo es una moneda en la que cara y cruz están mezcladas, difuminadas, tergiversadas. Puedes encontrar algo único y que en su interior guarde todo el mal que pueda existir. Princesa, en el palacio estas bien, sin saber de nada de fuera. No quieras rasgar tu vestido de seda. No quieras perder tus zapatos de cristal por un mundo donde a nadie le importarás. Solo duerme…

-Princesa, Pez Globo. ¿De qué estáis hablando? ¿La Princesa no debería estar durmiendo todavía?

-Entra, Equidna y cierra la puerta. La Princesa no quiere dormir, quiere traspasar las puertas y salir al mundo exterior, quiere conocer todo lo que hasta aquí no puede llegar.

-Princesa, ¿No estaréis hablando en serio? Nosotros conocemos el mundo exterior, conocemos sus límites, sus fronteras, sus prejuicios y sus miedos. Te aseguro que este palacio es el mejor lugar donde alguien puede estar. Aquí debes estar Princesa, y no dejarte arrastrar por las calles de las ciudades y hundirte en el humo que vierten sus fabricas.

-Equidna, creo que si alguien pudiera entrar a palacio, durante unos días, tal vez semanas, meses o años, estaría a gusto. Pero transcurrido un tiempo querría volver a su hogar, con los suyos y recordar esto como una experiencia más en su vida. Yo solo quiero conocer y experimentar, no dejar atrás todo.

-Princesa, si algo hay en el mundo que hace daño es el arrepentimiento, pues cuando lo sientes cuesta mucho dejar de sentirlo en el paladar, entre las papilas gustativas, entre las muelas del juicio. Y no es algo agradable créeme.

-Princesa, haz caso al Pez Globo. Tú duermes, él vigila tus sueños y yo vigilo la puerta de tu habitación. Y así van las cosas hasta que te despiertas. Entonces él puede descansar y yo también porque entonces viene Colibrí y te acompaña durante el día para que todo lo que pidas se te conceda, y también viene Oso Polar para vigilar que nada os suceda. Y así por ahora, transcurren los días y las noches. Sin problemas, todo va bien Princesa. Entiendo que, a tu edad, tengas curiosidad y quieras saber que hay detrás de las puertas de palacio. Pero una vez las traspases todo lo que conozcas, todo lo que toques, todo lo que huelas, todo lo que paladees, se quedará en tu cerebro, en tu memoria. Y ya no habrá vuelta atrás Princesa.

-Pero vosotros conocéis el mundo, y venís aquí a desempeñar vuestro papel dentro del palacio. Vosotros conocéis, vosotros sabéis. Aquí las estrellas no brillan tanto como ahí fuera.

-Tu madre te regañaría si te oyera decir lo que dices Princesa. Equidna, Oso Polar, Colibrí, Medusa y toda la corte, incluso los que desempeñan trabajos de poca importancia vienen de fuera. Solo tú y tu familia vivís en el palacio. Y hacéis bien. Dices que las estrellas aquí no brillan tanto, pero aquí siempre hay luna…

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