17.4.10

ROJO MARTE.

De vuelta al Mundo a las tres de la mañana. De vuelta al mundo entre tinta digital, entre ruidos de coches y de cafeteras, entre muebles y cristal. De vuelta al mundo con lo puesto, ataviado de rituales africanos y confusas ceremonias en las que se adora a la lluvia, al sol, a vivir y a morir sin enterarse. De vuelta al mundo y tú no estás en él o eso me gusta pensar. De vuelta al mundo con ganas de cambiarlo, de girarlo ciento ochenta grados, de moldearlo con mis manos hasta hacerle adquirir la forma de un octógono, de una pirámide precolombina. De vuelta al mundo con ganas de morder.

Morder las redes que me lanzas y me atrapan, y no me dejan moverme ni gritar. Morder esa Luna que me alumbra pero que no alcanzo con la mano, morder tu boca y tus pupilas, morder el mordisco de un león y el trance de un chamán, morder los cables de la luz para iluminar mis ideas.

Mis ideas suicidas acerca de un altavoz mudo y un micrófono que languidece. Ideas y todas malas, incluso algunas peores. Ideas sobre un mar en calma y una carta que nunca llegó a su destino.

Mi destino varía con el transcurso de los segundos. Varía con tus miradas que me marcan, que me dejan sin poder respirar durante horas, que me fatigan, que me enfurecen y obsesionan.

Me obsesiona la facilidad que tiene la vida para no tener sentido, me obsesiona el poco sentido del humor de las aves y las naves espaciales. Me obsesiona el ruido, el hambre y la sed de conocimiento. Me obsesiona Europa y sus mil lugares con encanto. Me obsesiona Asia y su misterio mágico. Me obsesiona América y su orgullo inquebrantable. Me obsesiona Oceanía y su lejana fama. Me obsesiona África y su oscuro corazón. Me obsesionan los polos y sus continuas adivinanzas.

No adivino el tiempo, ni el transcurso, ni la iluminación, ni la contaminación acústica. No adivino tu sabor, mezcla de alcohol y tentación y algo más.

Me tienta lanzarme al vacío de tu garganta. Me tienta recorrer tus mejillas y anidar en tu regazo. Me tienta escalar por tus piernas y colonizar tu abdomen. Me tienta dar la vuelta al mundo en ochenta días y vivir para contarlo.

Cuento números. Cuento tus lunares y las veces que sonríes en un día. Cuento las cicatrices de mi cuerpo en continua expansión.

Se expanden las dudas por mi medula espinal. Se expande este líquido etílico de tristeza e inseguridad que al beber de un trago me aporta más kilocalorías. Se expande los enigmas por tu espalda y por tus labios. Se expanden mis pulmones a cada guiño.

Me guiña un ojo el sol, como si quisiera hacerme entender que la vida es una broma y que tus hombros son una ilusión. Me guiña un ojo el gato mientras duerme como si quisiera decirme que sus sueños son como los míos y que en ambos siempre muere gente.

Muere la Muerte y su séquito de tigres blancos, mueren las tumbas de pirita. Mueren mis ganas de morir si tú me prometes dormir tranquilos en Saturno. Muere el reloj cansado de dar la hora a un puñado de puñales y de armas de fuego.

Fuego en mis parpados antes de cerrarlos. Fuego en mi corazón que arde con cada pálpito. Fuego en mis cortinas y esta vez la culpa no es mía. Fuego en mi alma cada vez que juegas a enamorarte de cualquiera que te prometa un folio en blanco, una cierta seguridad que no existe, un balcón con vistas a un muro de ladrillo, un montón de ganas de no tener ganas.

Me muero de ganas de luchar contra esos guantes de boxeo rojos llenos de polvo y de esguinces. Me sacuden las ganas de gritar y gritar hasta arañar tu paladar y viceversa. Me muero de ganas de llegar a una conclusión, de desterrarte de mi piel, de olvidar el sabor del dolor en cada poro.

Olvido los pasos que he dado, todo lo que he dicho. Olvido lo que siempre quise olvidar y lo que no. Olvido la tabla de multiplicar, las capitales mundiales, y si bajan o suben los tipos de interés. Olvido a todos los que no querían verme ni en pintura. Olvido mis pinturas y me olvido de que olvidaba. Me olvido de vivir y me muero de la angustia. Olvido la muerte y sigo vivo. Olvido que olvido olvidar y vuelvo a pensar que no pienso más que en pensar pensamientos que no ha pensado nadie antes.

Nadie antes intento comprenderte. Nadie antes apostó al color rojo Marte. Nadie antes hizo trampas en este juego tan tramposo, en esta partida a punto de terminar con victoria para todos y derrota para ni uno solo. Nadie antes quiso terminar esto.

Esto termina. Esto termina aquí.

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