19.11.12

Aquellas cosas que al final desaparecen



Son lunas de Júpiter
y el apocalipsis del café frío.
Es el artículo del periódico,
son los programas de la radio,
el placer de escuchar música
a oscuras.
Y el aluvión de párrafos
hechizados.
Es la prosa, el verso y
son tus manos.
Es el bajo y el saxo,
la absenta, la ruta.
Es el pintalabios derretido
y los pétalos de agua helada
cayendo sobre la espalda.
Son veinte horas de viaje, y es el
atasco, y el viento, y la luz.
Son los problemas
revoloteando como polillas
cerca del techo.
Son las pinturas, las huellas
del crimen, el circo.
Es el agravio de la voz,
son las catedrales de roca
y el frío que ya llega y se enrosca al cuello.
Son los campanarios y las fuentes
y la terrible sed de las estatuas.
Son mis heridas y las tuyas
sin ponerse de acuerdo.
Es el huracán, la calma,
el milagro.
Son sorbos de cerveza negra
que recuerdan a tus labios.
Son los tics nerviosos, la memoria
esparcida por la alfombra junto con
la porcelana rota y
los traspiés.
Son las arrugas que me aterran
y las telarañas y las grietas.
Son los gatos que me miran al
pasar de largo.
Es mi mirada mirando al tren,
son mis pasos siempre completando
el círculo.
Es tu cintura, los acantilados,
el sol, el té, la guerra.
Son las carreteras secundarias
y las papilas gustativas
grabando tu perfume a fuego.
Es el corazón lleno de astillas,
el alma helada y la sorpresa
de no ser más que unas cuantas cosas
que en algún momento
dejarán de ser.

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