11.11.12

Las paredes se muerden los labios



Escucho el latir de las miradas,
amplias ventanas con vistas al mar.
Necesito dos
copas más para pasar la valla,
cruzar el río,
No sentir.
Se aleja su olor y me invade la angustia,
ardo y ardo hasta
desaparecer.
Hundido entre las sábanas
preguntándome por qué.
No hay sotana ni milagro,
ni señal ni crucigrama.
Me muero de hambre y de sed
pero
aún sonrío.
Blancos colmillos y el aullido allá
a lo lejos.
Arañazos debajo de la piel
y el sinsentido
de romperme los huesos
con los suyos
porque nadie quiso nunca
lanzarse al vacío
primero.
La respiración
y la vocal y el delirio
todo junto.
El sueño travieso
y el toque de atención cayendo
como un yunque.
Mañana será otro día dicen
los que no fueron
más que cuervos y oleaje
perdiéndose en mi vista.
La boca hace una promesa
y la piel la rompe.
Cada vez que la roza el viento
no hay lugar en mí,
todo baldío,
desierto en la garganta,
arenas movedizas en el pecho,
eterno sueño
a rastras por el suelo.
Espectros y fantasmas
bailando el vals.
Despierto y no está
pero algo queda.
Soñar de nuevo y tiritar
sin su estela blanca,
dinamitado por su aroma.
No hubo más rabia ni más furia
que cada instante encadenado
a una acción
que no se lleva a cabo.
Mi alma gotea por un grifo
mal cerrado
y su sonido
me persigue.
Envidio al gato que
consigue dormir,
al faro que alumbra 
y
al ave que busca el sur.

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