13.2.10

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Se consume el fuego. Se consume el oxigeno. Me consume el odio. Me confunden las señales de tráfico. Me asfixio. Me atraganto y me desconcentro. Me vuelvo a casa pensando lo injusta que es la vida, en lo egoísta que me gustaría ser. Duermo mal y me despierto de mal humor. Camino totalmente automatizado. Rompo a llorar. Se descongela el hielo. A veces pienso que los buenos recuerdos son los que más triste te ponen. A veces pienso que la Vida siempre está de luto y que la Muerte siempre tiene algo que celebrar. Todo a la inversa, nada se entiende. Tu mirada es un jeroglífico. Tu ausencia acaba conmigo y sin embargo quiero que te vayas lejos. Que se acabe tu hechizo. Que vuelva la luz del sol. Que no se empañen mis ventanas ni que se me caigan las escamas. Quiero que todo cambie pero que todo siga igual. Quiero que la música suene. Quiero que las sonrisas fluyan. Quiero reorganizar el caos de mi vida. Volverme loco de atar y escalar hasta los balcones de cualquier planeta. Atrapar luciérnagas si pienso que todo está demasiado oscuro. Aprender deprisa lo que lleva años aprender a fuerza de errores y fallos. Quiero que te vaya todo bien. Que las gotas consigan golpear el suelo cuando llueve. Que los pájaros me pregunten la hora si no son cucos.

Tantas horas intenté dejar de pensar que me di cuenta que solo podía pensar en ti. Mala suerte. Mal hallazgo. No te necesito, más bien no quiero necesitarte. Solo quiero que el dolor cese. Líbrame de mis cadenas y devuélveme mi corazón. Devuélveme las llaves del coche. No sé si tragarme la angustia de un trago sirve para algo. No sé si negar que existas tiene algún propósito. Nunca he caído al vacío pero puedo imaginar que se siente. Porque tus ojos son como dos precipicios que golpean a la costa de un mar embravecido. Y al mirarlos caigo. Y caigo como Alicia en la madriguera del conejo blanco. Caigo como cayó Roma. Como caen los meteoritos contra un planeta perdido en la inmensidad del universo. Y el impacto es brutal cuando pestañeas. Como si te arrancaran a la fuerza de un sueño perfecto. Y el impacto es brutal cada vez que no me hablas. Como un mal cálculo. Y si escribo es porque no se qué escribir. Y si hablo es porque no sé qué decir. Todo es tan extraño. Todo es tan sumamente raro como aparecer en otra dimensión, como pestañear y aparecer en medio de una ciudad extranjera de la que nunca has oído hablar.

Solo puedo pensar en que he estado haciendo todo este tiempo. En que he hecho. En que voy a hacer. En cómo he podido llegar a esto. Y no se me ocurre una buena contestación. Algo convincente. ¿Qué decir cuándo todo está al revés? ¿Cómo se escalan las montañas que no se pueden escalar? ¿Cómo me escondo de la aurora? Tantas preguntas sin respuesta, tantas respuestas que no vienen al caso. Tantos segundos por morir y tantas sonrisas pálidas por nacer. Demasiados besos que pierden el tren que comunica nuestras bocas. Demasiadas bocas de metro que no dicen ni una palabra de qué dirección cogiste. Tanto misterio en tu sala de estar que no me estoy quieto. Y cuando el combinado de somníferos y aspirinas me hace efecto ya es demasiado tarde como para dormir. Como para dormir y despertar en uno de esos sueños que no sirven para nada. Que al despertar no se recuerdan, pero se sabe que algo se ha soñado. Como las personas anónimas que al verlas pasar a tu lado por la calle te suenan de algo. Como todas las malas pasadas que nos juega la imaginación. Tantas horas perdidas buscando tiempo libre. Tanto mal tiempo en tan pocas horas.

Descubrir tus enigmas me ayuda a sobrellevar los días. A desenterrar el hacha de guerra cada vez que me das la mano con intenciones bélicas. Y yo aligero el paso para no quedarme pegado al suelo, para que se cumpla mi deseo de no ser visto. Transito el paraíso pero no tiene nada especial, ninguna promesa acertada para los peatones. Ninguna señalización como las que tiene el país de Nunca Jamás o la ruta 66. Ningún bar en kilómetros a la redonda.

El agua fría en la cara no despeja mi vista nublada, ni cambia la corriente de pensamientos iguales que avanzan por mi mente. Tú no estás y eso duele. Tú estás y eso duele más. Y el sonido de los pájaros se cuela en mi nido, y el calor de otros hogares me destroza el corazón. Y encerrado en mi propia cárcel y perdido en mi propio laberinto muevo lagos subterráneos de tinta para achicar las penas de mi regazo. Pero me hundo más y más en el desconsuelo de no servirte para nada. No me calmo ni contando hasta infinito, no me duermo hasta que el alma deja de quejarse y nunca lo hace. Y sigo queriendo que desaparezcas metiéndote en tu sombrero de mago, y que al sacarte de la manga seas una paloma que vuele lejos. Pero da igual el truco, alguno de los dos acabaremos desapareciendo, tal vez yo convertido en sapo, tal vez tú convertida en odio. Puede ser que lo mejor sea que desaparezcamos los dos, tú a tu vida y yo a la mía, tú a Londres y yo a California, tú tonteando con la noche, yo paralizado en pleno día.


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