24.5.10

FIN DEL COLOR

Abro los ojos desgarrándome la piel de los parpados con las grapas que aprisionan mis pestañas. Las bocanadas de rayos de sol y muerte que se abren paso desde el infinito hasta mi rostro escuecen, y se ríen y se van y vuelven sin que yo pueda hacer nada. Abro los ojos y las astillas se me clavan más y más, atravesando mis nudillos y mis rótulas, dejando el Mundo plano y cabizbajo. Retrocedo, la Luna tiene hambre y a mis huesos todavía les rodea carne, alguna que otra arteria y kilos de dolor y preguntas sin respuesta.

Sigo vivo, noto que algo palpita sepultado en mi pecho, tal vez un engranaje que no se ha oxidado todavía como ha hecho el resto de metal que me atraviesa el cerebro. Tal vez sea un fantasma, de esos que habitan en las casas viejas y las llenan de quejidos y lamentos, también de telas de araña y de sabanas blancas sobre muebles tristes. Sigo vivo, si me cortas sangro algo parecido al alcohol pero mucho más tóxico. No sé, estaré vivo porque siento. Siento como las barcas avanzan por este rio de piedras y poca salud levantando costras. Siento este terrible viento que me deshace en millones de partículas para luego volver a formarme. Siento tu aliento de dragón puesto hasta arriba de sueños relacionados con vivir dentro de un reloj y comer cristal y beber días de lluvia entonces yo abro los ojos y así desapareces. Abro los ojos y no te vuelvo a ver aunque te tenga delante. Porque ¿sabes? El dolor me mata casi tanto como la angustia. Mil kilómetros cuadrados de tierra y la vida gira en círculos, da volteretas y saltos mortales como un dado en un casino. Y este azar me golpea en las corneas y me hace verlo todo en blanco y negro, como una cómica película antigua donde lo gracioso hoy ya no es para nada divertido.

Y corro por las calles manchándolo todo de acuarelas, en un degradado de azules y mentiras. El asfalto me mira a los ojos y frunce el ceño. Pero yo sigo corriendo haciendo caso omiso a todos esos lobos con máscaras y a todos esos corderos con pistolas. Brotando en cualquier jardín canto con la voz impregnada de dolor como el pájaro que nunca pudo volar, y sonrío como la fobia al sonreír sonríe a cualquiera. Me disfrazo de serpiente y mudo la piel en algún lugar en ruinas, donde una hoguera alumbra y palia el frío. Donde la Muerte saluda educadamente y busca pretendientes entre agujas y miradas sin brillo. Comiéndome la vida, dando zarpazos a todo lo que atisbo, al rojo vivo, dibujando escorpiones con tinta china en la espalda del destino. Dibujando pájaros que salen de sus jaulas, traumatismos craneales que no saben hablar. Y de tanto dibujar ni me entero de que todo está perdido entre la arena helada del desierto, entre las páginas de los libros, entre los secretos que guardan los gusanos de seda.

Todo está perdido y rodeado de maleza, trajes amarillos y estrellas que se derrumban sobre espejos y guitarras. Atragantándome con tierra y con hiedra venenosa. Olvidando por un momento que soy frágil y queriendo ser humo en su garganta, anidando en sus pulmones y en su lengua, tergiversando sus funciones vitales y creando una adicción fatal al peligro. Queriendo ser humo en su garganta y tela que se teje y sustituye a su edredón de paros cardiacos y tiburones hambrientos. Olvidando por un segundo que sólo soy un susurro que se cuela por las grietas de los caparazones de las tortugas, mirando al norte y al sur al mismo tiempo. Amanece otra vez con el mismo cielo en estado terminal y arrugado por el contacto con el agua. El agua no es más que las lágrimas de un nuevo día con las mismas viejas y malas noticias.

Vuelvo la vista atrás y sólo veo las cenizas de lo que he sido, un amplio camino gris que me ha llevado directo a este punto. Decisiones, atajos, pérdida de tiempo. Batir mis alas junto a demonios devoradores de almas. Volar con ángeles que nunca supieron nada del mundo. Cazar rosas y jazmines en territorio enemigo. Y por eso, vuelvo la vista atrás y hay ceniza, y luego miró al futuro y también hay ceniza. La ceniza de lo que seré, impregnando el siguiente año, la próxima semana, el próximo segundo. Y me caen lágrimas porque ya no sirve de nada jugar con leones y quimeras al escondite, no sirve de nada estar de luto en este entierro por adelantado. No sirve de nada comer besos y cicatrices y tirar monedas al viento y agarrarse a jirones de pelo que prefieren el suelo antes que ser agarrados. Miro a todas partes, miro en círculos, abro los ojos y mis venas. Y mire a donde mire siempre está esa expresión de miedo pero con un deje de sonrisa. Esa expresión que sin hablar me comunica que todo esto es el fin del color.

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