12.5.10

Verde bacteria.

Si me habla tartamudeo. Si me mira me evaporo. Echo a correr, me pierdo en esta carretera nacional que no lleva a ningún sitio. Escarbo en el suelo en busca de algo más que tierra, piedras e insectos, pero sólo abunda este desagradable verde bacteria, estas incansables maneras de acabar bajo tierra, ese molesto zumbido en los oídos que me hace impermeable.

Brillan las estrellas pero esta noche toca morir un poco, respirar gas, exterminar este vacío que se llena con objetos perdidos. Cae el telón y tres capas de pintura, tormentas de verano y miradas acechantes. Y cuando extiendes las alas los pájaros caen en picado y mis ganas de saltar aumentan. Me encierro en un baúl junto a todos mis sueños mientras afuera se extiende la sombra de los monstruos, de las dudas, del amargo sabor venenoso y oscuro del espino. Mejor encerrarse en un baúl con tus sueños, que encerrarse en un mundo que todo te quita. Y sin nada que tener ¿qué nos queda? Un largo camino, un triste desencuentro, un final agrio.

Rodeados de agua, y su maldad se cierne sobre esta ciudad desprotegida, que se mece nerviosa, que no se puede proteger. Rodeados de almas, y mil miradas asesinas hacen amagos de matar. Tantos gatillos que se aprietan, tantas balas que se disparan, tantas almas que nos dejan de rodear. Y yo sólo me conformo si vuelve a amanecer, ella se conforma si otro tren choca, si dos manos se separan, si sólo nos depara un futuro lleno de lluvias de fuego, falta de horas de sueño. Y caen agujas de las nubes, yo me vuelvo a casa, ella a sus sueños. Sumidos en el caos por lo menos alguien siempre tiene motivos para sonreír o hacer sonreír de vez en cuando, por lo menos su maldad cicatriza fácilmente.

Agua y aceite, medusas y porcelana, el sol y su rostro. Vuelta a empezar. Me desvelo, cierro los ojos y todo se desvanece, los abro y cae un aguacero y es terrible, mis costillas no aguantan más mentiras a mí mismo, a mi mente le cuesta imaginar un final feliz, a mis manos dibujar algo que no sean bodegones de tristeza y amoniaco. Deshecho y sin contorno mis movimientos han dejado de ser agiles, mis temores más profundos, mis actos menos lógicos. O tal vez no, a lo mejor dar brincos y tejer viento, dar la vuelta al mundo y atiborrarme de dragones, saltar de tu boca a otra boca y no querer morirme de anhelo no sea tan raro. Tal vez no sea tan raro crecer con la edad, dejar de pensar que el tiempo no pasa, dejar de pensar en todo lo que no se pudo hacer, lo que no dio tiempo, lo que a pesar de todo no sirvió.

Llega otra nota con la misma marca de labios, seguidas de las mismas letras grabadas a fuego y furia, que juegan con mi alegría y la desbalijan, la entierran viva, la marcan de por vida. Unas pocas líneas de tu color de ojos y me mudo de pentagrama y me vuelvo loco. Un poco de tu tacto y caigo al centro de la tierra, me quemo y ni me importa. Trato de trazar algún plan de combate pero solo puedo agarrarme a algún reloj, a alguna mesilla de noche, a alguna corchea que todavía no se ha disuelto camino de la radio a mis oídos. Trato de sobrevivir en este desorden, en esta montaña de latas y alcantarillas, en esta montaña de arañazos y mala suerte a la que estoy ligado sin haberlo querido, en la que me encuentro sin poder hacer nada más que escalar y descender, escalar y descender.

Apaga las luces y desaparece entre la tiniebla, entre la trama, entre la textura. Y con el peso del cielo entre sus hombros sigue aguantando sin cansarse apenas. Luego los volcanes estallan y los maremotos nos arrasan, pero aún así siempre algo sigue intacto, no sé, puede que nada sea cierto, puede que no haya moraleja, ni pasión ni calma, sólo letras que desfiguradas se unen y entrelazan para solo crear un espacio sin sentido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario