22.8.10

IV

Venciendo la fatiga, derribando la llana superficie del exceso de color marrón madera desapareciendo de nuestros bosques. Tiñéndose todo de miseria me vuelvo a alegrar pensando en la poca paciencia que me queda, en el sudor frío que recorre mi médula cuando tu ausencia se acentúa. Ebrio de tus susurros, cansado eternamente de los altibajos de seguir tus huellas. Tus labios son veneno y tu caligrafía mantiene unidas a mis neuronas. Y no me des más cuerda, que me enamoro de cualquiera que no pare de brillar. Y la constelación de tu rostro me invita a absorber el universo entero y arrancarme la cólera de la piel con un golpe de aire. Y de tu paso sólo queda escarcha, mi corazón roto, mi alma magullada y mi frente llena de arrugas de haberme pasado el tiempo admirando tus legañas. Y queriendo colarme en tus sueños muero de indecisión entre tu ciudad de pesadillas llenas de maldad y sobredosis de caricias negras y alquitrán.
Y pasando del oxigeno, cubierto de aromatizante y empapado por la oscuridad maldita que devora a los incautos.

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