21.8.10

I

Que ya no vuelo, observo el pasar del tiempo como el implacable avance del agua de un rio que llega a la desembocadura del mar. Trazo planes, cambio de ideas, olvido el ajetreo que causa el daño, la pesada carga de la conciencia. Pero también tiemblo si me paso el día contemplando tu rostro y vuelvo a casa como un soldado herido, con el alma drogada de tristeza y cada músculo con ganas de llorar. Y al volver a casa ni piso la sala de estar porque si tú no estás yo tampoco estoy. Porque si tu sonrisa no choca con mi vista me echo a temblar de frío. Busco soluciones, hago el ridículo, y mientras, tu estela se disipa como el papel consumido por el fuego, como las huellas en la arena.

Que ya no me siento seguro con mi mente acechando. Así que si me ves hirviendo mi espíritu no te asustes, todavía me quedan muchas cosas por perder. Y si gano hago trampa y pierdo. Y si pierdo sin querer me consuelo con que la próxima vez lo haré mejor aunque no es cierto, siempre miento a mis mentiras, siempre quiero dejar de jugar al escondite y aferrarme a tu paladar y abrazar a tus papilas gustativas disipando la ira, evaporando la vida a cada calada, haciendo nubes de arena y tinieblas con lágrimas. Abrazado a las farolas, sin suerte en los bolsillos, sin la inmensa asfixia de perder el tiempo. Perdido en tus persianas, pregono ganas de olvidar a tu blusa. Me fusiono con mi sombra.

Y olvido el ritual del despertador y ese continuo sabor a nervios, a prisa. Ese amargo sonido de echar de menos tu voz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario