23.8.10

V

Confundimos el camino. Caímos al fondo del mar y nos ahogamos entre penurias, observando los peces de nuestros últimos suspiros. Y arriba el sol se cuela por el mar y nos ilumina el rostro. Un rostro derribado por el tiempo. Al abordaje en nuestros corazones el amoníaco y el demonio. Y en nuestras miradas pierde la vida un avión en llamas. Y por los barrancos caen piedras y persianas y miradas de terror.
Rebosante de envidia y avaricia la comisura de la boca de las estatuas. Siendo cada vez más lento y menos sabio arrastro mis huesos por el rastro sin huellas del otoño para terminar en una explosión de hielo y árboles frutales en mitad del más duro de los inviernos. Y tu mirada de loba me hace aullar y gritar, y soñar hasta que pierdo el tren que me devuelve a la realidad. Y te disipas y yo enciendo el televisor y me golpeo los parpados con la señal que la cólera emite para que los ojos se me sequen con los pixeles de la poca paciencia que tengo para aguantar la gota fría de las pesadillas. Y hasta arriba de pastillas vuelo a otro mundo donde la adrenalina es un compañero leal. Y el despertar es un susto pasajero y los latidos una molestia leve.

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