12.6.11

Cartas para nadie.

Locura.
(De loco).
1. f. Privación del juicio o del uso de la razón.
2. f. Acción inconsiderada o gran desacierto.
3. f. Acción que, por su carácter anómalo, causa sorpresa.
4. f. Exaltación del ánimo o de los ánimos, producida por algún afecto u otro incentivo.


Querida amiga, te escribo por fin. Por fin me he visto con fuerzas para empuñar un bolígrafo y desangrar su tinta sobre el papel formando frases. Frases que pueden carecer de sentido pero espero que tú las entiendas. No entiendo nada. Durante mi vida escapé de muchas cosas, de los problemas, de las personas, de mil situaciones. Y a medida que escapaba, me escapaba a la vez de la realidad, perdiéndome. Perdiéndome por oscuros bosques dónde nada era lo que parecía. Las sonrisas eran tan extrañas… siempre tenían algo que esconder. Siempre tenían algo que esconder.

Y cuándo no eran sonrisas era todo lo demás. El espejo, los transeúntes con los que me cruzaba por la calle, los insectos, las lámparas, las paredes que parecían menguar. Querida amiga, no sabes lo qué es dudar de todo el mundo, de todo lo que hay alrededor. Es lo mismo de todos los días pero sin encajar, como un cuadrado torcido, como un mal presentimiento. Me decían “déjate llevar” y yo sospechaba de las palabras, nunca me acercaba al fuego que emanaban todos esos rostros de porcelana y barro que gritaban sus frases vacías y cuyo eco resonaba en mis oídos más tiempo del normal. Querida amiga, al fin he comprendido que es la vida. Y no es más que una broma, una broma muy pesada. Es una larga escena de teatro, llena de personajes que a veces son protagonistas y a veces secundarios. Y al final se baja el telón. Y eso es lo único que importa. Y eso es lo único que importa.

Tú me decías “harás grandes cosas”. No he hecho nada hasta ahora. Hasta este gran descubrimiento. La vida no es más que nieve que se derrite. Se creen únicos y no son más que polvo. Y hasta que no se cae en esto no se vive. Lo que parece tan evidente y lo que, en realidad, arrojamos tan lejos como los cantos rodados contra el mar, como el miedo cuándo toca aparentar valentía. Los días pasan. Sí, pasan. Y todo sigue igual. Exactamente igual que el día anterior. Y a medida que todas esas decenas, centenas, millares de segundos pasan no hacen sino darme la razón. Somos pocos los cuerdos. Ante esta gran revelación me vengo abajo. Por eso me ha costado tanto escribirte. Porque hace tanto tiempo que no veo tu piel cruzarse en mi camino que no sé si tú también estarás cuerda. Aunque no te lo llegues a creer, estar cuerdo es una de las peores maldiciones. Veo a mis amigos y no los reconozco. Tan ciegos, tan locos. No los reconozco. No sé quiénes son. Si todo se acaba, por qué la maldad persiste. ¿No nos damos cuenta? No vale para nada todo ese odio, todo ese aparentar, toda esa falsedad que brilla en muchos de los ojos a los que mis ojos miran. En muchos de los ojos a los que mis ojos miran.

A veces me dan ganas de romperme la cabeza contra ese denso y ancho muro que llaman rabia. A veces me sumerjo en las fallas más profundas del océano más oscuro que llaman melancolía. Y ahí, sumergido en esas aguas tan oscuras, tan profundas, llenadas de los abisales reflejos de los abandonados, me pregunto ¿a quién voy a amar ya si ya nada me importa? ¿a quién voy a odiar ya si ya no puedo amar? ¿por qué echo tanto de menos si lo único que quiero es qué esta hoguera prenda y se consuma, se marchite y se disipe, como las hojas amarillas anaranjadas que en otoño pueblan el suelo que piso? Querida amiga, echo de menos tantas cosas… tantos momentos… tantos rostros. Aún aquellos a los que no quiero ver. Aún aquellos que me hirieron. A veces daría todo lo que tengo por volver atrás. A veces daría todo lo que tengo por volver atrás.

Pero otras veces saco fuerzas de alguna parte y salto tan alto que abandono los oscuros fosos de la melancolía. Y otras emociones me embargan. Y me rodean. Y me cercan. Y me hablan. Y ya no quiero volver atrás. Porque recuerdo todos los momentos. Todas las palabras que me rozaron. Cada una de las mentiras que me han contado. Cada arañazo, cada emboscada. Y ya no quiero saber nada de la Luna, ni del Sol, ni de las estrellas. Y ya no quiero sentir nada. Confiar en nadie. Ni siquiera en ti querida amiga, ni siquiera en mí. Porque luego muchas veces me arrepiento, y caigo de nuevo al mismo pensamiento que me taladra el cerebro y los oídos. Me gustaría volver a tantos regazos, me gustaría perder el tiempo en tantas antiguas conversaciones, en tantas camas, en tantos lugares, en tantas pestañas, entre tanta arena de playa. Aún cuando la bondad no existe, aún cuando todo es engaño. Aún cuando todo es engaño.

Querida amiga, te repito, la locura está en casi todas las personas, caminando trajeadas a sus trabajos, bebiendo en algún bar, conduciendo un monovolumen. Preocupados por sus facturas, por la política, por las noticias. A veces se reúnen y se contaminan con toda la hipocresía que se puede llegar a respirar en años de respiración. Jugando a un siniestro juego. Les veo comprar en los supermercados, hablar por el teléfono móvil. Les oigo criticar, maldecir, debatir, opinar, rogar y suplicar. Pero todo es lo mismo: locura. Locura en el café solo y en el café con leche. En el transporte público. En los países tercermundistas y en los más avanzados. Locura entre los millares de paraguas que florecen los días de lluvia. Locura en escaparates, en el desayuno, en los ordenadores, en los anuncios. Y todos esos locos me miran con sus ojos plagados de dardos de curiosidad y de asombro, de terror y de malicia. Porque ellos viven en el mundo y yo no quiero saber nada de él. Y yo no quiero saber nada de él.

Querida amiga, ya acabo esta carta, espero no alarmarte, ni sorprenderte, ni asustarte. Hay una parte de mí que aún a pesar de todo sigue riéndose de los chistes, disfrutando del aroma de las infusiones, de las noches que bordan sus tenebrosas historias con hilos de saliva y agujas de sangre. Hay una parte de mí que se agarra a un jirón de mundo, a un jirón de locura que es cómo un virus que todo lo enferma. Querida amiga, hazme caso, despierta. Recuerda que la vida es una broma ¿quieres saber su significado? No lo tiene. Todo termina. Aunque mañana siga estando allí. Aunque las pirámides sigan ahí, aunque el Sol siga alumbrando. Algún día terminará. Y con ellos las hipótesis y el cristal y las amebas. Y no quedará más que la certeza de que todo consistió en sufrir muchas veces y en ser feliz muy pocas. Querida amiga me despido. Me despido.

P.D: No sé cuándo tendré fuerzas de volver a escribirte. No sé si un día me lanzaré de lleno al precipicio del alcohol y la autodestrucción o dejaré que la locura de la que tanto me ha costado zafarme, vuelva a rellenar mi cerebro y mi sistema nervioso. Y volver a ser uno más entre toda esa marea de gente. Con una de esas sonrisas en el rostro que no tienen ningún significado. Sin importarme las heridas ni los que hieren. A merced de las olas. Loco y con el corazón latiéndome. Loco y con el corazón latiéndome.

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