9.6.11

Lo que es real (y lo que no).

La escarcha, las dudas, los prefijos telefónicos, las idas y venidas del salario, las palabras, los parabrisas, las nubes tóxicas, la angustia, las cartas que van del buzón a la papelera, las sonrisas, las tarántulas, la piel, el color sepia, las toxinas, la sensación mitad pensamiento mitad agobio de importarte más la hora de llegar a casa que las personas que comparten tu mismo vagón de metro, las protestas, las voces, el último oso panda, los trocitos de porcelana que antes formaban un plato, las horas que se mueren deprisa y los segundos que parecen eternos. La presión del agua, el perfume que no se olvida, las miradas que matan, las palabras que se malinterpretan, todas y cada una de las canciones de cuna. Los secretos que se callan las baldosas y los azulejos, el cansancio de los trapos, la vida de los mineros, la falta de autoestima, un día sin comprar el periódico, el maquillaje para ocultar el terrorífico miedo a la vejez. Las visitas al médico, el edredón nórdico y las sabanas a juego con sueños, pesadillas y resacas, el techo y su cara de pocos amigos, despedirte desde un tren agitando un pañuelo, un piano desafinado, las preguntas sin respuesta, un asesinato sin resolver, los gritos que surcan el cielo con forma de palomas. La primera letra del abecedario, el incansable camino hacia el horizonte, nacer llorando y morir de pena, las partidas de cartas, los ojos morados, Riga de madrugada, la vista tan cansada como el alma, los domingos sin pisar la iglesia, la Iglesia pisando de lunes a domingo, los focos, las cámaras, la acción. Los terremotos y sus catastróficas consecuencias, el amor y sus malditas causas, la trágica y traumática infancia y adolescencia por la que tienen que pasar las mariposas. Los cuentos infantiles llenos de psicópatas. Las luces de neón, el humo, el ruido, la tormenta, el granizo en vez de en vasos cayendo del cielo, las vitaminas que huyen del zumo de naranja, el auge sin motivo de los latidos del corazón, el reuma, las melodías sin letra ni ritmo que quedan grabadas en algún lugar de nuestras memorias, el aroma del café, estar medio dormido mientras llueve, las tormentas de arena, la inquietante amenaza de los meteoritos, los gatos negros, el primer día de colegio, el rasgueo de cuerdas de guitarra, los garabatos, las espesas sopas de letras, las repetitivas noticias del telediario, los días de sol y playa sin playa ni sol.

¡Hagan sus apuestas!, una nueva dieta milagro, las chicas que sueñan con ser portada del Vogue, las bodas de plata, los pulmones que parecen ceniceros. El mes de mayo con el frío de diciembre, el alambre de espino y las coronas, los ratones que se visten de traje, los pájaros de fuego que explotan en mi mente, tu paladar que es mi techo, la lucha a muerte entre el cine en versión original y el doblado. Cada día de otoño, la ficción superando la realidad, los dragones chinos tatuados en tu espalda, el mercurio del termómetro, el verano en Marte, el mundo cuando parece coloreado por acuarela, las secuelas de la guerra, las trampas al póker, los amigos que se pierden, las mentiras que estallan como fuegos artificiales. Las canciones de los Beatles, los platillos volantes en mitad de la cocina, las tinieblas, tu luz, miles de golondrinas que sonríen. Las antenas parabólicas, las crisis económicas, las curas de humildad, las hogueras de brujas, las brújulas perdidas, las guías de las ciudades de Europa, las gaviotas que sobrevuelan el vertedero, el olor a mar, las algas nori, la inmortalidad de las medusas y de los antiguos filósofos griegos, las islas desiertas, los eclipses que se ven cada cientos de años, los agujeros negros, los átomos, las montañas, el deshielo, los infinitos nombres compuestos de los protagonistas de los culebrones. El Infierno está en la Tierra, la arena de playa que se escurre entre los dedos y no es más que tiempo. Los juegos de beber, las traiciones, los hogares, las sonatas de violín, los incendios forestales, Nueva York años veinte, el primer hombre sobre la Luna, el misterio sobre las obras escritas por Shakespeare, las profecías que si se hubieran cumplido el mundo hubiera finalizado mil veces. El efecto del fin del milenio, la cuesta de enero, el punto y final.

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