Agobia el día con su estela
que trae de vapor de agua.
Se vuelven pesadas
las sabanas
y el despertador se ahoga.
Tanteo el suelo en busca
de algo que no encuentro.
El sol entra y arrasa
quemando con sus rayos
la más mínima esperanza
de que hoy sea
distinto.
La televisión bombardea con sus mensajes
y las tostadas se queman.
Ya ves, el horizonte me rodea
y nunca lo consigo
alcanzar.
Si tan solo me
dejaran acercarme un poco,
salirme de las
costuras
y que no costara todo tanto.
Paseo por la casa a
pasos cortos
sin poder volar.
Enormes campos de chatarra esperan fuera,
a que volvamos a
dejarnos la respiración
entre hormigón y asfalto.
Sin poder mirarnos a los ojos,
sin poder arrancarnos la piel.
Nos golpea la
catarsis
del apocalipsis del atardecer,
mirando como bobos
como se desangra el
sol sobre el cielo.
Sintiéndonos morir un poco,
sin menos tiempo,
y esperando,
siempre esperando,
un nuevo día.
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