30.7.12

Ciencia ficción


Me devoran los enjambres,
la sangre hierve
y el oleaje es atroz.
Me ciega la niebla
y se estrecha la distancia con el abismo.
Sale la rabia a borbotones
igual que la tormenta
rompe el día con su ruido
y su furia.
Y golpean los meteoritos en la tierra,
separándonos más su onda expansiva.
Y sal a la calle y mira
el plenilunio de sonrisas voraces
que cortan como cuchillas
las bocas de los otros.
Atravesando por su traje
la aleta de tiburón
y las escamas de los vestidos.
Los platillos volantes se escapan
de mi cocina.
La ruina de mi sala de estar
que casi siempre está a solas,
la amarga diversión
que nuestra parte mala
atesora y entremezcla
con la envidia.
Guardo los colmillos y las garras
y paseo a la deriva entre la lluvia,
Lluvia de pequeños trozos de cristal
que no son más que la realidad
resquebrajándose al perder el sentido
entre estos callejones oscuros
donde reinan los gatos,
gatos pardos,
que maúllan a los extraños
que se adentran en su callejón.
Igual que maúllas tú
cuando deambulo
por tu corazón.
Sigo desorientado
y todo se viene abajo con
un pequeño soplido.
Evaporándose la ilusión
con esta baja temperatura
que torna mi piel en escarcha
y los latidos en débiles llamas,
y los pensamientos en fantasmas.

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