29.8.12

No sabes tratar a las mujeres


No aciertas
al hablar
entre los senderos oscuros
y la densa humareda.
Revientan los cristales de todas las ventanas
y se dañan las vistas al mar.
Di lo que quieras, dicen,
los que no escuchan.
Abres la puerta para que pasen  
primero
y pasan de largo.
Dejando una sonrisa, que escuece,
volar hasta
Los labios.
Un brillo en la mirada que
quema y que
crepita.
Te mojas tú en la lluvia,
puente levadizo para los charcos
de la acera.
Y después las lágrimas desmantelan
el maquillaje,
sonando un portazo
que produce miedo al eco.
Las risas que acompañan
bordeando sus tacones
dicen
que hay que contenerlas.
Se llevan partes de las almas y
no hay lugar para la risa,
ni para tomarte
la maldición a broma.
La maldición que encoje el cuarto,
que reduce el mundo a escombros.
Cuando se ahuyenta
su presencia,
todo queda en calma, 
contento y sentado
al lado de la escoba
para barrer
los trozos de corazón
que dejan cuando se van sin despedirse.
No supiste entender
sus
mensajes cifrados.
Debiste conocer lo que ocultaban
y dejaron entrever
en pistas falsas y
despistes.
Al final, te vuelves frío
de bailar con la indiferencia
de  acostumbrarte
a
no acertar.

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