El ratón no
come,
el gato no
sueña
y yo
ya
no caigo de pie,
nunca
ya
caigo ileso.
Escucho los
maullidos, las gotas
golpeando el
cristal.
Hay silencio
en medio
de la
tempestad, las
luces rojas,
las luces
arañan las
retinas.
Las luces
atraviesan
el cuarto partiéndolo en dos.
No logro
entender
el significado
de las demás palabras,
de las
palabras que llegan.
De las palabras.
Miro hacia los
lados,
la misma pared,
el mismo
techo.
Las mismas
grietas,
dentro y
fuera,
las mismas
nubes y el mismo aire,
que ya
empiezan a perder color.
Las manos
agarran los tobillos,
los agarran sí e impiden
avanzar, me
agarran y me impiden avanzar,
estalla la voz
dentro
de la
garganta.
La voz que
pide a gritos
solo un minuto
de pensamiento.
El ratón no
come,
el gato no
sueña
y la elección
es un andén
y mientras
los pies
se me entierran en la arena.
Sí, se me
entierran.
hay lluvias de
ranas y
la tensión de
la tensión eléctrica está
creciendo, y
creciendo
y creciendo.
Mientras tanto
el mundo sigue
sin sentido y
tan frágil
que cada vez
que cierro los ojos
desaparece.
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