Noto en las
mejillas los arañazos
fríos y en la
ropa los abrazos del viento.
Los aullidos
de los lobos
se han roto
como
los platos de
porcelana y
no encuentro
la salida al rompecabezas.
Cierto fuego
hay hundido en las pupilas
si tu recuerdo
se entrelaza con mis latidos
el ruido se
hace ensordecedor.
Los animales
que hay en ti
brotan de tu
pecho
y corretean
entre las sombras.
Los animales
que hay en ti
saltando por
todas partes.
Los flamencos
deshaciéndose
en pétalos
rosáceos y los
gatos convirtiéndose
en piedra.
No hay espacio
entre sueño y sueño
cuando los
ciervos huyen
por los
bosques y bloquean
en su
estampida los senderos.
Cae la lluvia
de las nubes que se cuelan por las grietas,
gotas frías
que destrozan
los barcos de
papel,
y yo sigo con
hambre.
Bordea tu
nombre la circunferencia
del vaso de
cristal
donde la
cerveza tiembla.
Temo caer otra
vez,
no hay más que
pantanos,
y tu boca
llena de cocodrilos
que lanzan
mordiscos si me acerco.
No hay espacio
entre los muros,
la música se
agolpa y
las palabras
se atragantan.
Es feroz la
lucha que evita
que me quede
dormido.
Los animales
que hay en ti
han dejado sin
losas el camino
y han robado
el aire
y la madera.
Como si me
cubriera una manta de tiburones,
nunca se
descansa,
el hilo
aprieta y los dientes se clavan,
dejas tras tu
paso el sistema
eléctrico desbordado
y la
sensación de
que hay alguna herida
en alguna
parte
de mi piel.
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