El viento golpea desde
distintas direcciones,
no hay lugar donde resguardarse
del invierno con forma
de manadas de lobos.
Las bocas están hambrientas
y las fuentes se riegan con monedas
que no son más que deseos
que se apagan cuando termina el tintineo.
Sí.
Su voz me araña
y me sumerge en la rabia
de que en mi memoria
su rostro se vaya apagando.
Los árboles están sin hojas
todavía
esperando el regreso de
la luz de la mañana
y no es posible,
despierto envuelto
en el sudor frío
de la ilusión tan cansada como el cuerpo.
Sí.
Llegan las olas del mar
hasta las patas de la cama.
Tu voz se ha esfumado
aunque
aun suena tu risa.
Y también revolotea
tu nombre
sobre el dolor de cabeza
vertiéndome verano y
otoño
directamente en la garganta.
Sí.
Cae la gasolina
y
se encienden las cerillas
mientras sonríen.
Hablamos del amor
como habla el fuego con los bosques
y la herida
con la piel.
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